Un futuro posible

Sintió un fuerte tirón que lo sacó de su ensoñación.

- Ten cuidado – A su lado, una mujer que le recordaba a Sindamel, caminaba sin mirarlo. Tenía el cabello negro recogido y más corto que el de la maga. Vestía con telas extrañas y ropa entallada. Miró sus pies y él llevaba una ropa similar: zapatos lustrados en lugar de sus botas sucias, un pantalón con una raya extrañamente marcada en todo su largo, un saco que le impedía el cómodo movimiento, en lugar de su capa llevaba ahora un pesado sobretodo gris. Y su cuello estaba rodeado por un trozo de tela que parecía tener la intención de ahorcarlo. – Este es un lugar muy especial. No se parece a nada de lo que has conocido hasta ahora.

Y guardó silencio, pero él ya había comprobado que esa mujer que caminaba a su lado era realmente Sindamel. La interrogó, pero le costaba escuchar las respuestas pues avanzaban sin cesar y él podía escuchar varios ruidos que lo aturdían además de que constantemente había personas que lo empujaban y caminaban de un lado a otro amontonadas. Parecía un río humano, así que eligió dejarse llevar.

Sólo podía ver personas apuradas, recordó su sueño. Ese lugar era muy parecido. Pero no podía ver las cosas que había visto cuando soñaba. Sin embargo, notaba que los ruidos eran similares. De pronto escuchaba una sirena, una bocina, alguien que gritaba a alguien llamado “taxi” y podía ver colores que salían de los edificios altísimos que impedían ver el cielo.

Sin embargo, él no podía darle un nombre a los sonidos que escuchaba. Eran radicalmente distintos a todo lo que había oído hasta entonces. En nada se parecían al sonido de las aves, a los gritos de los hombres en la batallas o siquiera al susurro de los árboles al atardecer.

Luego de un tiempo caminando llegaron a un bosque, o así lo definía él, pero era un bosque realmente extraño: se extendía a lo largo y a lo ancho como un lago en medio de ese mar de personas y edificios, luces y sonidos. También en ese bosque había muchas personas, que paseaban en él a sus mascotas. “Creí que aquí no había animales, solo humanos”, dijo a la maga que ahora se parecía tanto a aquellos seres apurados que temía confundirla y perderla por siempre.

Se sentaron en un banco, bastante incómodo, y allí Sindamel le explicó varias cosas acerca de donde estaban. Le dijo que aquel bosque, en realidad allí se llamaba parque y la gente lo utilizaba para pasear sus animales o para sentarse a disfrutar del sol y conversar un rato rodeado de naturaleza.

“Este es un posible futuro para tu mundo. Aquí las personas se levantan temprano para ir a trabajar, en esos enormes edificios que ves y salen muy tarde a la noche, regresan a sus hogares muy cansados para hacer algo más y duermen. Algunos viajan y conocen otras ciudades como estas. Desde muy pequeños los envían a escuelas para que aprendan un conocimiento parejo, se les enseña a todos lo mismo y es muy difícil para un niño querer pensar de otra manera. Al crecer, van a Universidades, donde aprenden alguna profesión específica con la esperanza de lograr trabajar de ello. Antes era así, estudiaban y podían trabajar de eso que habían aprendido. Pero el mundo se hizo cada día más complejo y más exigente y ya no es suficiente que alguien sepa una sola cosa. Lo que funciona aquí es tener un conocimiento de varios aspectos pero no discutirlos.

Entonces las personas encuentran trabajo y comienzan a trabajar para tener un hogar, poder mantener una familia y tener un automóvil”.

Angarion la detuvo, quería saber qué era ese “automóvil”. Sindamel con mucha paciencia le explicó que esas ciudades eran tan grandes, que los hombres habían creado un objeto que les permitiera trasladarse rápidamente de un lado a otro. Él preguntó si no les alcanzaba con los caballos, ella sonrió.

“Sucede que aquí se vivió una era, conocida como “era industrial” donde los hombres crearon muchos artefactos para vivir mejor y más cómodos. Hoy las consecuencias de muchos de esos objetos se ven en el aire. ¿Has notado que cuesta respirar por momentos?” él asintió y ella prosiguió “y también en el agua. Hoy el agua no se toma de los arroyos sino que debes comprarla, todo se compra. Eso es la era industrial. Estas personas viven trabajando para comprar cosas. No pueden simplemente salir al camino con su caballo y unas pocas provisiones confiando como tu hiciste, que encontrarán amigos”

Hizo una pausa y miró a su alrededor.

“Aún quedan sitios libres y sanos, pero cada día son menos. Lo peor es que estas personas viven con miedo. Un miedo más aterrador que la época del señor oscuro en tu mundo. Se que te cuesta imaginarlo porque has escuchado lo terrible que era el mundo en esos tiempos pero este miedo, es mucho peor. Ya lo notarás si no lo sientes aún. Es un miedo imperceptible que está en todas partes. Es una amenaza oculta.

Aquello que pasa desapercibido para nuestros ojos es en ocasiones lo más importante. Aquí es lo que sucede a cada instante. Si caminas por la calle, la gente tiene miedo de que un automóvil los atropelle o que alguien los asalte y los asesine. También tienen miedo de quienes son diferentes y algunos tienen miedo de mandar a sus hijos a ciertas escuelas porque van niños de otras razas, que consideran que tienen malos valores.

Se que has escuchado que eso sucedía antes, cuando el señor oscuro dominaba. Y así era. Pero la gente, lo sabía y temía más que nada a los servidores de ese señor. Aquí no lo saben, no lo pueden percibir. De hecho, casi todos son servidores de esa oscuridad. Viven como si eso fuera vivir sin ser concientes de que son prisioneros de una cárcel sin barrotes. Se resignan a hacer lo que pueden: trabajar para mantener a sus familias. Obsérvalos. ¿Ves a alguien feliz? En general es difícil encontrar a alguien feliz porque todos han resignado sus sueños para poder comprar comida, objetos y una felicidad que creen poder comprar.

Tú saliste a buscarla, ellos creen que no se puede conquistar sino comprar… y algunos creen que no existe”.

- Entonces no hay esperanza. Si el mundo avanza hacia esto estamos perdidos.

La maga sonrió. Realmente al mirarla olvidaba que era una maga, una anciana y la dama de la luna de quién tanto le habían hablado. Allí, a su lado parecía una jovencita de su pueblo con quien desearía pasar el resto de su vida si se lo permitiera. Sacudió su cabeza, para dejar volar ese pensamiento y volvió a escuchar lo que decía la mujer.

“Si la hay. Hay otras personas, muchas que no han aceptado jamás someterse y cada día son más. Los niños son cada día más difíciles de controlar pues quieren algo diferente, lo intuyen. Los niños poseen más sabiduría que los adultos. Pero aquí no creen en eso. Todo funciona como una máquina. Y quienes no se adaptan al engranaje, son declarados locos, enfermos o peligrosos. Se los encierra en grandes cárceles, diseñadas especialmente para cada situación. Muchos caen en ellas y es casi imposible que salgan de allí. Pero hay otros que están haciendo cada día, con pequeños pasos un mundo diferente”

- Siento una congoja en el pecho, nunca antes la había sentido. ¿Es normal?

- No lo sé. Ahora debes averiguar por qué viniste a este mundo antes que a cualquier otro. Es un mundo difícil, pero se puede aprender mucho aquí.

Miró a su alrededor, algunos perros correteaban de un lado a otro y a veces alguno se acercaba a pedir una caricia. Había también algunos niños que corrían, pero eran muy pocos. Nunca había visto un lugar con tan pocos niños. Sintió miedo, y pensó que debía ser el miedo del que hablaba Sindamel.

El sol comenzó a ocultarse y Sindamel le indicó que debían ir a descansar. La noche traería las respuestas a sus múltiples preguntas.

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