Lección 3: El Trabajo Con Amor
Cuando amamos lo que hacemos es un don, es la bendición más grande. Es una entrega que impregna todas las acciones del ser con alegría y gratitud. En la evolución del ser humano hay instantes donde ese placer se diluye en formas, en pensamientos y así pueden volver al centro, a reencontrarse con ese don.
Todos los seres humanos han venido a vivir con sus dones y desarrollarlos. No pueden evitarlo. Es lo que los hace humanos.
Pero confunden la profesión el trabajo por el que reciben el dinero, con su trabajo amoroso, con sus dones. Creen erróneamente que los dones son aquello que configurará un trabajo. Sin embargo, los dones de cada ser humano impregnan toda la experiencia de ese ser. No puede ser de otra manera. Entonces no se reduce a lo que hacen para ganar dinero o desarrollarse en el mundo material. Lo abarca todo.
Y sin embargo, si el trabajo que realizan no está impregnado de ese don único que poseen siempre se sentirán miserables, reducidos. Y esto se debe a la incoherencia. A que internamente perciben el poder que les habita, pero está encerrado, disminuido a una sola área de ese ser. O simplemente no se manifiesta. Queda abandonado, a un lado.
Este es el momento de comprender que ya no es necesario ese juego.
Aquellos que se atreven a desarrollar sus dones son los que alcanzan la felicidad, una felicidad que no logra ni todo el dinero del mundo ni todas las oportunidades o las relaciones humanas.
La única satisfacción del alma está en dar de sí lo que trajo a este mundo. No más.
Si un alma puede expresar esto en su forma humana, entonces será feliz, habrá poder en cada acto y sus acciones perdurarán.
Si no logra atreverse a abrir esa flor, solo se marchitará sin nunca ver la luz de su verdadera alma.
Hay muchos que seguirán aun en ese sendero. No se permiten creer en estas palabras. Porque seguir el camino de los dones personales es un camino solitario, misterioso, único.
Solitario porque cada alma ha de encontrar su propio camino. Pero nunca ese sendero ha estado desolado. Cada alma encuentra a otras en el momento preciso. Ni antes ni después.
Entonces el alma se regocija al encontrarse con todos los que siguen su sendero, el de los dones personales.
Aquellos que no se atreverán solamente deben transitar esa experiencia.
Cada alma sabe si está siguiendo la senda de sus dones. Se distingue por una elevada energía, gratitud, confianza y alegría… una sensación de que no hay necesidades incompletas.
Puedes ser empleado, el dueño de una empresa, puedes dedicarte a cuidar la tierra o a tus hijos, trabajar con tu voz, con tus manos, con tu inteligencia… si estás haciendo tu trabajo con amor y en el amor, lo sabes. Estás completo. Confías en que puedes encontrar las soluciones a los desafíos que se te presentan.
Tal vez no puedas definir los dones que posees. Y no es necesario que lo hagas. Eso los reduciría a conceptos, y los dones son cualidades espirituales… exceden cualquier definición humana.
Ten la certeza de que cada día que puedes decir: yo puedo hacer esto, yo quiero hacerlo, me atrevo a aquello, algo en mí lo sabe… encontraré el camino…
Cuando te sientes en esa capacidad de abrirte al misterio, estas en sintonía con tus dones personales.
Vívelos. Experiméntalos. Deja tu huella en lo que sea que hagas.
Para eso estas en la Tierra.
Canalización del 13/10/2015
Como un Regalo para todos los seres sintientes y conscientes