Un Hilo Invisible by Tamara Gallegos

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julio 16, 2015 By sindamel

Duelo: Lo que duele transitarlo

Lo que duele.

 

duelo
Obra de mi madre, Nora Reyna

Transitar un duelo es una situación inevitable, pero difícil. No me gusta la palabra difícil, pero no se me ocurre otra.

Durante un duelo debemos enfrentarnos a la muerte. Debemos permitirnos morir un poco. No físicamente, sino aspectos nuestros mueren.

Un duelo tiene un origen: la muerte de un ser querido, el fin de una relación, la conclusión de un ciclo en la vida.

Y duele. Duele porque nos han enseñado a evitar el dolor en vez de a transitarlo.

Sin embargo, luego de meses de estar en duelo, tratando de sobrellevarlo, llegué al colapso.. y tuve que aprender que todo lo que hice fue sobrevolar mi dolor en lugar de transitarlo.

Cuando sentía el dolor aflorar, trataba de respirar profundo y seguir adelante. Es necesario seguir adelante sin dudas.

Sin embargo, seguir adelante es necesario llevando el dolor consigo, mientras duela.

La vida sigue, pero el dolor también. Y negarlo, pretender que no está ahí o que no es tanto o que ha pasado como una brisa fugaz, sólo consigue que ese dolor se acumule, crezca y finalmente duela más.

Entonces, cuando todo comenzó a colapsar, tuve que ver que ese colapso se debía a mi dolor negado. A aquello que no quería ver ni asumir. Porque enfrentar la muerte es más difícil de lo que yo creía.

Hay finales que duelen menos que otros. Seguramente. Pero cuando el final de algo toca la fibra más profunda e interior, eso que hace tambalear todas las certezas… duele, y enfrentar ese dolor produce terror.

Y es curioso, porque allí en ese dolor está la semilla de la nueva vida.

Ninguna muerte en ningún aspecto de la vida, sucede sin dejar tras de sí la semilla de una nueva vida.

En el último mes he llorado todo lo que no pude llorar antes. He sufrido todo lo que no sufrí. Y he asumido el dolor, ya no superficialmente. Aprendí a convivir con este dolor, porque es parte de mi vida y de la vida de todos. Es el proceso mismo de la vida. Y yo sigo aquí.

Esto me ha hecho más fuerte. Más consciente de mi proceso. Más feliz. Más conectada a mis propias necesidades, a mi propio camino.

Y ese colapso que comenzó inesperadamente un día, se fue tornando más consciente y fui abandonando todos los caminos que había tomado para evitar mi camino personal, porque en ese camino debía asumir mi duelo y transitarlo.

Y el dolor, el llanto fue dando paso al enojo. Estaba enojada con lo que pasaba… pero estaba enojada realmente con el final de esa vida que conocía…

Hoy sigo en mi duelo, aceptando, soltando… haciéndome consciente de que me da fuerzas seguir aquí. Honrando la vida, viviendo.

Y sé que todo esto que estoy aprendiendo me ayuda en mi vida, y a quienes me rodean.

 

Me ha costado mucho animarme a escribir esto. Lo intenté antes. Pero hoy me siento bien, tranquila y segura porque mi alma está en sintonía con estas palabras. Ya no estoy enojada. Ya no evito que me duela todo lo que pasó. Inevitables son los finales, y por más que creamos estar preparados para asumirlos, hay que transitar el duelo y sus ya conocidas etapas.

Estoy en camino. Y aprendiendo.

 

Honro a mi madre por su vida. Yo sigo aquí y la honro viviendo.

Dedico estoy a mi madre y a todas las personas que transitan sus duelos en estos momentos.

Gracias por estar allí.

 

Con amor,

Tamara Gallegos ~ Sindamel

Publicado en: Crecimiento Personal Etiquetado como: duelo, muerte, transmutar, vida

noviembre 11, 2009 By sindamel

Un cuentito…

Mi amigo Ciman, uno de esos seres maravillosos que suelen cruzarse en el camino de la vida de quienes siempre estamos buscando personas incomparables para guardar en la memoria y el corazón, esas personas que nos hagan pensar, emocionar, llorar, reír, y esa inconmensurable gama de emociones que solemos experimentar como humanos… comparte con todos este hermoso cuento de Eduardo Galeano (otro de esos seres de los que hablaba)… para que pensemos y reflexionemos en qué creemos y… mucho más, pero esas reflexiones, son siempre personales.

Alonso mujer a punto de llorar mediana

Pedro Algorta, abogado, me mostró el gordo expediente del asesinato de dos mujeres. El doble crimen había sido a cuchillo, a fines de 1982, en un suburbio de Montevideo.
La acusada, Alma Di Agosto, había confesado. Llevaba presa más de un año; y parecía condenada a pudrirse de por vida en la cárcel.
Según es costumbre, los policías la habían violado y la habían torturado. Al cabo de un mes de continuas palizas, le habían arrancado varias confesiones. Las confesiones de Alma Di Agosto no se parecían mucho entre sí, como si ella hubiera cometido el asesinato de muy diversas maneras. En cada confesión había personajes diferentes, pintorescos fantasmas sin nombre ni domicilio, porque la picana eléctrica convierte a cualquiera en fecundo novelista; y en todos los casos la autora demostraba tener la agilidad de una atleta olímpica, los músculos de una fuerzuda de feria y la destreza de una matadora profesional. Pero lo que más sorprendía era el lujo de detalles: en cada confesión, la acusada describía con precisión milimétrica ropas, gestos, escenarios, situaciones, objetos…
Alma Di Agosto era ciega.
Sus vecinos, que la conocían y la querían, estaban convencidos de que ella era culpable:
–¿Por qué? –preguntó el abogado.
–Porque lo dicen los diarios.
–Pero los diarios mienten –dijo el abogado.
–Es que también lo dice la radio –explicaron los vecinos–. ¡Y la tele!

Eduardo Galeano

El libro de los abrazos. 1989

Publicado en: Reflexiones Etiquetado como: conciencia, muerte, verdad

octubre 24, 2009 By sindamel

PLEGARIA INDIGENA

sanchez juan manuel

No te acerques a mi tumba sollozando.


No estoy allí. No duermo ahí.


Soy como mil vientos soplando.


Soy como un diamante en la nieve, brillando


Soy la luz del sol sobre el grano dorado


Soy la lluvia gentil del otoño esperado


Cuando despiertas en la tranquila mañana,


Soy la bandada de pájaros que trina


Soy también las estrellas que titilan,


mientras cae la noche en tu ventana


Por eso, no te acerques a mi tumba sollozando


No estoy allí. Yo no morí.

Publicado en: Reflexiones Etiquetado como: libertad, muerte

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