Estas tres palabras usaba mi madre cuando le enseñaba a sus alumnos a hacer collages. Y hace un par de días estas palabras vienen a mi mente… porque es lo que tenemos que hacer con nuestras vidas en más de una ocasión.
Cuando aparecen crisis solemos actuar como si no estuvieran ahí, aunque podemos sentir el viento arremolinándose en los rincones de nuestra vida. Luego todo se derrumba y podemos colapsar irremediablemente, o tomar la actitud de observar los pedazos que se reparten por todos lados… y cuando caen… usamos la paciencia, el dedo y el pegamento.
¿Qué significa esto exactamente?
Pues primero que nada debemos tener paciencia con nosotras mismas. Somos almas que vamos transitando la vida sin ningún manual de instrucciones y, si estás leyendo estas palabras es porque seguramente alguien te prestó su manual y comprobaste que no puedes usar manuales ajenos. No hay manuales ajenos que te sirvan más que como referencia.
Así que ten paciencia contigo misma querida alma, porque si no eres amable contigo, nadie más lo será.
La paciencia también implica tener que esperar para entender las causas de lo sucedido y esperar que todo el polvo se asiente, para descubrir qué partes internas siguen siendo útiles, siguen vivas o simplemente si las queremos o no. Al fin y al cabo llegamos a las crisis porque necesitamos crecer y evolucionar, y como las serpientes, para crecer hay que cambiar de piel.
Dedo… tener dedo significa que debemos actuar, que las piezas no se unirán por sí solas… es nuestra responsabilidad tomar con cuidado cada una de las partes que nos componen, porque son piezas delicadas especialmente cuando estallamos en mil pedazos y cual puzle intentamos rearmarnos otra vez. Incluso a veces debemos tomarnos el tiempo de tomar cada pieza con delicadeza para realmente encajar aquellas partes que van juntas formando una imagen.
Entonces nos corresponde, dentro de lo que se nos permite discernir, actuar. Esto viene después de tener paciencia, que es el momento donde sentimos que nada podemos hacer. Pero luego algo podemos mover, podemos tomar esa parte de nuestro ser y reintegrarla, reubicarla o desecharla… esta es la parte creativa, donde decidimos y descubrimos quiénes somos ahora, tras el estallido.
Y pegamento es también una parte que es nuestra responsabilidad y que requiere atención, pericia y un poco de desapego. Los pequeños quedaban embarrados de pegamento en todas partes menos en el trozo de papel que debían pegar. O le ponían demasiado poco con lo que luego venían enfurruñados porque se les despegaba. A veces ponían pegamento en el lado opuesto donde querían hacerlo o ponían la pieza en su lugar, pero torcida.
Nuestra insistencia constante en que las cosas sean de tal o cual manera, a encapricharnos con que para que algo esté “bien” deben ser las cosas como las imaginamos… y no como son.
Pero quienes hemos hecho collages (y yo hice muchos, dada la afición de mi madre a esta técnica) sabemos que aunque no quede exactamente como lo imaginamos, la idea no es rearmar una imagen predefinida sino permitir que de ahí surja algo nuevo… con suficiente pegamento para que se unan las partes a su base, y la mente y el corazón abierto para aceptar que algunas partes tienen vida propia y no responden a nuestros caprichos porque tienen los propios…
Al final, si damos unos pasos hacia atrás y miramos con la suficiente perspectiva, esa nueva imagen en collage de nuestra vida tiene sentido y funciona…
Pero hay que tener paciencia para descubrir cuál es el lugar de cada pieza, usar las manos para moldearnos y ubicarnos en nuestro propio lugar… y pegamento, ni mucho ni poco, el justo, para que todo funcione el tiempo que deba actuar reunido de esa manera.
Personalmente lo que más me cuesta es tener paciencia, quiero todo ya y entender ya (aún sabiendo que no voy a entender ciertas cosas jamás). ¿Y a vos, qué te cuesta más de estas tres “fases”?