Hoy te quiero presentar a Emme. Ella se suma a esta nueva ola de almas que colaboran con su sabiduría a este espacio.
Emme nos hablará de espiritualidad y maternidad y cómo se transitan estas dos cuestiones profundamente relacionadas aunque no de forma sencilla.
Si sos mamá, esta columna está dedicada a vos.
Veni a leer.
Maternidad y espiritualidad ¿es posible?

No fue de un día para el otro que arranqué a hacer un camino espiritual. Si bien creo que es algo que traemos “de fabrica”, me pasó que los primeros años que recuerdo todo me llevaba a silenciar eso.
De niña me generaba mucho miedo. Sentía cosas que los adultos me decían que “no eran nada” y eso me provocaba miedos y noches de insomnio.
Con el correr de los años, aprendí a ser mental y racional, a callar la intuición y los sentimentalismos porque son cosa de nenas bobas.
Me creía atea, sin embargo rezaba. Si! Rezaba! Cada noche antes de dormir. Era una costumbre heredada de mi abuela materna. Yo me quedaba muchísimo en su casa y me dormía escuchando el susurro de sus rezos nocturnos. De mas grande, repetía esas únicas tres oraciones que sabía, pero no con devoción católica, sino rítmicamente, como un mantra. Era una forma de conectarme con ella y poder dormir, poder acallar los miedos…sin saberlo estaba meditando.
Con el nacimiento de mi primer hijo el portal se volvió a abrir. Y yo, mirando a través de sus ojos, supe que la realidad era eso que me pasaba y que tanto me machacaban que “no era nada”. Así que empecé a intentar dejarlo fluir. Difícil, si. Pero no imposible.
Hoy vivo lejos de la ciudad que me vio nacer y crecer. Vivo rodeada de naturaleza, de tiempo lento, de ríos. Tengo 3 hijos: Niño1, Niña2 y Niño3. Y esta introducción breve es porque no me gusta arrancar a hablar sin presentarme.
Ser madre y llevar un aprendizaje espiritual no es fácil. No somos Claudio María Domínguez en su personaje de la tele, seres de luz siempre sonrientes que jamás levantan la voz y bendicen todo el tiempo a todos los seres de todos los mundos. No señora; somos madres. Madres mal dormidas, despeinadas, agotadas. Madres que maternamos solas la mayoría de las veces, madres sin red de soporte. Madres que nos enojamos, y gritamos, y queremos salir corriendo para no volver. Madres que nos reímos recordando esos años donde trabajábamos fuera y creíamos estar cansadas al volver a casa. Somos Madres que lloramos, que gritamos (mucho), que abrazamos, que pedimos perdón una y mil veces a nuestros hijos. Madres que nos autoexigimos, que nos sentimos superpoderosas, y que nos sentimos frustradas, inútiles, desesperanzadas…
Madres que pensamos cada noche cómo mejorar, que tratamos de mirar más allá, que sentimos mil veces que nos equivocamos, que hicimos todo mal. Pero al día siguiente lo encaramos con la misma fuerza. O no, o al día siguiente lo pasamos escondidas atrás de un libro, un celular o una serie. O atrás de la pila de ropa para lavar. O encerradas en el baño. Pero en algún momento, un par de ojitos curiosos y de palabras entreveradas nos vuelve a sacar la sonrisa y nos devuelve la fuerza necesaria.
Madres que entendemos la responsabilidad social que conlleva lo que hacemos, estamos CRIANDO, estamos formando el mundo del futuro. Madres concientes, que se miran, se buscan, se reconocen. Madres que aceptamos nuestras sombras, que las miramos, las conocemos (aunque todavía no sepamos qué hacer con ellas, con nosotras). Madres que no sentimos a nuestros hijos como propios, sino que nos sentimos elegidas por ellos, y los acompañamos en lo que vinieron a hacer en este mundo. Madres humanas, conscientes de ser almas acompañando almas, pero que así y todo seguimos siendo humanas. Y renunciamos, Y volvemos. Y nos rompemos y nos rearmamos. Y gritamos “quien carajo me mando a mi a tener hijos con los ojos abiertos???” Pero así y todo, lo seguimos eligiendo. Y no es fácil, no.
Así nace esta especie de columna, charlada tantas veces con mi bella amiga también madre. Para contar experiencias, para encontrar caminos, para sentirnos acompañadas.
Espero que les guste, que les resulte interesante. Que compartan conmigo qué temas les gustaría tocar, que cosas las angustian o que tips encontraron para equilibrar la maternidad y la espiritualidad. Nos leemos, entre todas.
Un gran abrazo,
Emme