La seguridad o la libertad

“Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.”
JFK

-          No se puede decir que no hay inseguridad.

-          No. Eso es verdad.

-          Es más, cada vez hay más delincuencia. Eso se ve.

-          Bueno, eso dicen. A mi no me consta. Yo no lo he visto.

-          Pero hay.

-          ¿Por qué estás tan segura?

-          Y bueno… porque se nota.

-          Ahí está la cosa. Si cada vez hay más “medidas” de seguridad y control en la sociedad. ¿por qué cada vez hay más delincuencia?

-          Y porque cada vez hay más pobres.

-          Exacto! Es porque hay más pobres. Pero entonces, es evidente que el problema de la delincuencia no se resuelve con más policías, más armas, más cámaras de monitoreo y otros inventos de “ciencia ficción”.

-          Eso es evidente.

-

A esta discusión con mi madre siguieron algunas conclusiones que quiero compartir aquí.

Considero que las medidas de seguridad crecientes que incluyen más policías y otro tipos de agentes de seguridad, más armas, más cámaras en cada local comercial, calle y demás, creaciones como el “microchip” que ya tienen algunos niños y perros para ser vigilados por sus padres y dueños respectivamente no solucionan nada.

Y no solucionan porque la causa del problema está en la pobreza, en el abandono, en la indiferencia, en la discriminación, en todas esas diferencias que la “civilización” ha impuesto para ordenarnos.

Y no funcionan esas medidas de seguridad.

No funcionaban con los esclavos que en algún momento fueron tantos y con tanta hambre que se rebelaron y varios imperios cayeron. No funcionaron con los plebeyos y comerciantes que con tantas restricciones acabaron rebelándose. Tampoco fue suficiente con los obreros. Ni con los pueblos oprimidos.

Funcionó por un tiempo, un año, diez, un siglo o dos… pero indefectiblemente se derrumbó.

Y hoy estamos en ese punto en que se empiezan a ver las primeras grietas.

Las soluciones que se obtienen, no son soluciones. Son meros parches para un problema estructural.

Entonces está en nosotros plantearnos al menos dos cuestiones:

1-      ¿Por qué quienes deberían dar soluciones a los problemas de la sociedad, simplemente ponen parches?

2-      ¿Y, si no cumplen con la función que deberían cumplir que es brindar soluciones a la sociedad, son verdaderamente útiles?

Estas son solo dos preguntas. Podría encontrar muchas más. Pero la cuestión que aquí discutimos es nuestra libertad. Y quien esperamos que nos asegure libertad. Si las medidas que se toman no nos aseguran la libertad, poco podemos esperar que nos sirvan realmente como seguridad de algo.

No importa aquí lo que yo personal e íntimamente pienso al respecto. Lo que me interesa es despertar la duda, la curiosidad, ese caudal de preguntas que se esconden dentro de cada uno y que siempre salen cuando vemos una injusticia y nos preguntamos “¿por qué?”.

Porque no es importante que yo crea en algo. No es importante que vos creas en algo. No es importante en qué cree cada uno. Lo que importa es el derecho a creer en lo que cada uno desee. Lo que importa es la posibilidad de decidir en que creer. Y que el catálogo de opciones de creencias esté disponible es fundamental para poder elegir.

Porque no importa en qué creas. Importa que tengas derecho a creer en lo que quieras creer.

Seas blanco, negro, mestizo, amarillo, aborigen, discapacitado, alto, gordo, flaco, socialista, comunista, anarquista, nazi, católico, musulmán, protestante, ateo, científico, filósofo, político y un largo etcétera de mil categorías en las que nos clasificamos como seres humanos.

Y nadie, absolutamente nadie tiene que decidir por el destino de la vida de alguien más en base a criterios abstractos como los nombrados en el párrafo anterior, porque eso es despotismo.

“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo”.

Voltaire

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