La exclusión

¿Se puede estar exiliada en la propia casa? Se puede.

Así viví los últimos 3 meses. Tuve que exiliar mi oficina al living porque mi espacio de oficina lo presté para ayudar a una persona que necesitaba tiempo para rearmarse.

No quería hacerlo, sentí primero que nada la sensación de invasión, desplazamiento y despojo. Mis cosas fueron movidas, agrupadas y reordenadas para hacer espacio para alguien más.

Yo me tuve que venir a un rincón, ese que pueden ver en la foto, con todas mis cosas esenciales y mi enojo por haber sido expulsada de mi espacio.

Hay muchas cosas que se movilizan en nosotros de forma simultánea cuando sucesos así ocurren. Y es un poco de lo que quiero hablarte hoy, aún desde mi rincón de exilio.

Así que agarré mi computadora y mi enojo y los puse a trabajar juntos… escribimos, revisamos, repasamos, reorganizamos.

Fui armándome la oficina acá y a renovar la energía de todo lo que hago. Y me encantó!

Así que esta es la parte donde le digo GRACIAS a esa persona que hizo que se moviera todo para poder reacomodarme.

Pero además de esta cuestión práctica, estuve en la dimensión invisible trabajando en mi.

Desde siempre me sentí más cómoda en el lugar de los excluidos. Automáticamente cuando algo con lo que simpatizo cobra status de mayoría comienzo a inclinarme por su opuesto… antes creía que era porque necesitaba equilibrar la balanza de las cosas, luego pensé que era simple rebeldía de oponerme por oponerme. Fui entendiendo también que la real trascendencia de algo implica la integración de los opuestos en una nueva dimensión.

Todo eso es una parte, y el ingrediente que faltaba era este, el de los excluidos, aislados, abandonados, olvidados… el lado de los que perdieron. Porque siempre que hay opuestos, alguien siente que pierde algo tras el enfrentamiento. Soltar es sumamente necesario e inevitable… aceptar el desapego es otro cantar.

Y yo estaba acá sentada, en mi casa tan cómoda y moderna… pero me sentía como atravesando un desierto mirando con nostalgia lo que dejé atrás. Y entonces seguí ahí, “tirando” de esas memorias que indicaban que yo me había alejado de algo. Y que a la vez estaba muy acostumbrada a estar en ese lugar, incómoda y exiliada.

Así que aquí, la sensación de exilio.

Esa sensación de que tenes que aceptar, tenes que decir que sí, tenes que alejarte, relegar, replegar, renunciar, irte… aunque no quieras, aunque no te parezca justo, aunque sea tuyo lo que tenes que dejar. Y a la vez consciente de que ahí es donde más creativa soy, como esos artistas que necesitan el drama en sus vidas para poder inspirarse porque cuando todo está armónico no les sale nada interesante. (Bueno esto también me pasa pero es mi ascendente en modo dramaqueen que lo comentamos otro día).

Capaz a vos te pasa también, que sentís que no terminas de encajar en ninguna parte… que siempre estás volviendo a empezar… que cuando te sentís tranquila y cómoda una parte está pensando que seguro va a pasar algo para sacarte de ese estado…

Así me sentí siempre yo. Siempre al punto de que nunca me tomaba el trabajo de decorar mis casas. Esto lo noté por dos amigas; una cáncer y la otra sol en casa 4. Ambas llegaron a sus respectivas casas y las personalizaron al instante. Les dieron su personalidad.

Y yo, años viviendo en un lugar… y seguía ahí como si estuviera de paso.

Así que cuando me exiliaron del único lugar que más o menos me había permitido echar raíces… fue un duro golpe.

Digo me exiliaron porque es eso lo que me conecta con esa sensación de inevitabilidad, de que es algo que en realidad no depende de mí o de mi voluntad. Eso es algo que sucede, y yo tengo que aceptarlo y aprender a vivir con ello. Aunque no quiera. (Y suena re victima, pero así lo escribí y decido dejarlo porque una parte de mi se sintió así y no la voy a esconder; sí, también me siento re-víctima muchas veces, trato de transmutarlo, pero para transmutar lo primero es RECONOCER la realidad).

Y me di el permiso de tomar las maravillosas herramientas de las Constelaciones Familiares y comenzar a ver qué era ese exilio tan grave que me estaba doliendo tanto.

Así que empecé a mirar a mis ancestros y a mi vida, mi infancia… y vaya, tampoco tuve que ir muy lejos.

Exilio. Movimiento. Memorias de huida. Renuncia. Dejarlo todo. Perder todo lo que se ha conseguido y quedarse sólo con lo puesto, porque mejor eso que seguir en donde no se es feliz.

No voy a aburrirte con todo el detalle de memorias que en tres meses mi indagación interna fue encontrando.

Lo que quiero que sepas es que al “tirar de este hilo” fui encontrando mucha fuerza y algo en mi interior se fue acomodando.

El enojo creativo dio paso a una necesidad de habitarme y habitar el lugar donde estoy, de apropiarme de lo que está a mi alrededor. En esto tuvo un gran aporte la genia de Lorena con sus talleres de Salud Integral para la Mujer que te recomiendo totalmente.

Empecé a ordenarme. Compré carpetitas y puse todo en una carpeta diferente según su categoría. Reorganicé mis proyectos e intenciones. Me puse en marcha.

Después agarré mi casa y la empecé a transformar. Sahumé todo de forma intensiva, hice limpieza de cada uno de los ambientes con Reiki, Sanación Akashica y todo lo que sé más unos ángeles que siempre están ayudandome, removí, eliminé, drené, depuré… con la colaboración de mis cohabitantes claro.

Tan fuerte fue el movimiento que se rompió la cañería… primero la cocina… después el baño de arriba… luego el baño de abajo… y finalmente el baño de arriba otra vez. Una parte filtró al techo de la planta baja y produjo cortocircuitos. Literalmente hubo que reemplazar las partes rotas de nuestras vidas para que lo que no sirve más pudiera ser eliminado adecuadamente.

Y yo seguí: ordenando, limpiando y moviendo cosas que hacía años estaban en el mismo lugar: las había puesto mi madre!

Agarré mis notas de feng shui y me fui volando al blog de Montserrat Beltrán para que me ayudara con su sabiduría.

Y con eso y la inestimable ayuda de mi coach favorita Natalia Bruschi (una virgo que sólo de estar en mi vida me irradia sus vibras organizativas), fui encontrando mi lugar.

Y me puse a imaginarme cómo va a quedar mi espacio, mi oficina, cuando vuelva a ella.

Mientras escribo esto, esa oficina se está liberando.  Me emociona mucho poder por fin decir estas palabras y que esa oficina se libere.

Así que ahora, doy cierre a esta nota para irme, a plasmar todo lo que me imaginé y planifiqué para mi espacio de trabajo… porque ya el espacio está libre.

 Gracias por leerme. ¿Vos te sentiste exiliada en algún momento de tu vida? Te leo!

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