¿Cuántas veces nos damos con un caño a nosotras? Somos nuestros peores jueces y verdugos.
Si lo pensamos unos minutos más, no atacaríamos a nadie de la manera que nos atacamos a nosotras mismas.
Si una amiga le grita a su hijo y la cuenta con la culpa, los decimales que no se preocupan, que no es mala madre, que es humana, que esta saturada, que puede pedirle disculpas a su hijo si lo cree necesario ... la abrazamos , física o virtualmente, la contenemos y la acompañamos.
Pero ¿si somos nosotras? Si nosotras le gritamos, maltratamos, o incluso alguna vez pegamos a nuestros hijos cuando nos quedamos sin herramientas y estalla el volcán ... ¿Cómo nos tratamos? ¿Nos contenemos? ¿Nos entendemos? ¿Nos perdonamos?
Sí, no estoy diciendo que podamos hacer lo que queramos sin sentirnos mal. No es eso. Somos concientes cuando nos equivocamos, tratamos de verlo, tratamos de remediarlo. No nos divierte quedarnos sin recursos. No nos da igual. Entonces, seamos más sororas con nosotras mismas. Mirémonos con los ojos con los que vemos a nuestra amiga, a nuestra hermana. Veamos todo el bien que hacemos, todo lo bueno que hacemos, y no nos sintamos la peor madre sobre la tierra. Démonos un poco de espacio, dejémonos respirar, calmarnos un momento, y pidamos perdón. A ellos, ya nos nosotras. Podemos equivocarnos, no somos perfectas, no vamos a estar todo el día sonrientes y felices. Y tampoco es lo lógico.
Pensar en un momento la clase de presión que se enfrenta a un hijo que se cría con una madre sin emociones negativas. Una madre que nunca se enoja, nunca grita, nunca llora ... una madre que nunca se equivoca y por que nunca se perdona ni se perdona. Suena y un robot más que una madre ¿no les parece?
Perdonémonos. Mirémonos a nosotras con los ojos llenos de amor. Y ese amor se derramará hacia nuestros hijos cada vez que los miremos.
Un abrazo
Emme