“Desde la última vez que estuve aquí, han cambiado muchas cosas pero él no parece notarlo. Sólo se concentra en lo negativo, en aquello que parece estar perdido. Es como si deseara encontrar en este mundo, la explicación de por qué el suyo es mejor.
Aún recuerdo esos momentos en que fui así, extrañando las soleadas y apacibles playas del hogar… esos recuerdos que me impedían ver, las maravillas que existían a mi alrededor. Nada puedo hacer, él espera que le diga e indique el camino, por donde deben seguir sus pasos. Pero es imposible. He sido beneficiada con muchos dones como la clarividencia y el don de la palabra. Conocer el idioma de las aves y conversar con el viento son regalos que poseo. Más nunca he podido ser maestra de nadie más que de mí misma. Pues sólo se puede ser maestro de uno mismo. Podemos aprender de otros, con otros, pero nadie podrá enseñarle a otro lo que no está listo o dispuesto a aprender.
Es por ello que he retomado estas notas. Necesito volcar mis pensamientos en un espacio físico, mientras aguardo que el alumno esté preparado para aprender.”
Memorias de Sindamel.
La observaba escribir. Las últimas noches habían sido así. Ella se pasaba las noches escribiendo mientras él, oculto en la oscuridad, la observaba. Apenas el sol asomaba en el horizonte, ella partía. Ya no hablaban. Él esperaba que ella le explicara algo más, pero la comunicación se había suspendido desde hacía semanas.
Al principio, en su soledad, salía a caminar a buscar novedades para entender ese mundo. Pero tras diez días de caminatas inútiles, comenzó a pasar más tiempo en el hotel. Pedía servicio a la habitación y miraba tv. Cuando hubieron transcurrido 6 días de esa nueva rutina, ya se había aburrido nuevamente.
Mientras tanto, la intriga sobre los escritos de la maga crecía. El cuaderno estaba allí, disponible a sus manos curiosas. Pero no se atrevía. Por las noches mientras la observaba escribir se imaginaba diversas situaciones: él tomaba el cuaderno, comenzaba a leerlo y la maga entraba. Entonces molesta por su desobediencia, se marchaba y ya jamás lograba salir de ese mundo extraño.
Otras veces se imaginaba algo peor: Sindamel no ingresaba, él podía leer el cuaderno desde el comienzo hasta el final, cada día un poco. Pero entonces, ella lo miraría con desconfianza, aguardando que él confesara la verdad que ya había adivinado en sus ojos. Entonces soportaría la presión un día, quizás cinco. Finalmente le confesaría que había leído sus memorias y ahora conocía todos los secretos que ella no había querido enseñarle.
Lo que pasaba luego, variaba entre ser convertido en ratón, abandonado de regreso en su pueblo, con su familia para tener que admitir su fracaso o ser tirado a una fosa de lava ardiente, donde la dama azul disfrutaría ver su dolor.
Cualquier escenario era demasiado terrible, persuadiéndolo de tomar acción alguna.
Los días pasaban, Sindamel continuaba sus escritos y él, ya se había resignado a quedarse sentado mirando por la ventana. En ocasiones, simplemente observaba la pared en silencio hasta quedarse dormido.
Fue en esos momentos que empezó a suceder. De pronto, un destello de luz, un sonido llamaba su atención. Comenzó a notar que algo sucedía cuando se sintió muy liviano, como si realmente estuviese flotando en el aire.
Al principio le pareció que se había quedado dormido, entonces los destellos de luz empezaban a tener sentido, los sonidos se escuchaban como palabras y pudo verse a sí mismo desde lejos, como si hubiera abandonado su cuerpo.
Sindamel, por su parte, comenzó a notarlo alterado como quién vive sucesos a los que no encuentra explicación.
- Lo que estás viviendo. No me cuentas. – preguntó ella. Angarion guardó silencio un largo rato, temiendo ser tomado por loco. Finalmente le explicó a la maga los sucesos que hacía tres días le atormentaban. Ella sonrió. – Finalmente el silencio ha hablado.
El rostro asustado y sorprendido del joven no alcanzaba a traducir su perplejidad. Después de semanas y semanas de silencio sepulcral, lo único que esa mujer que era su maestra en teoría le decía era que el silencio le estaba hablando.
- No me mires así. Había demasiado ruido en tu mente. Habías callado la ansiedad antes de venir aquí, en el claro del bosque. Pudiste escuchar la voz de las aves, entender a los árboles y las rocas. Pero perdiste ese don al llegar aquí. Te llenaste de los ruidos artificiales de este lugar. No me escuchabas a mí. Y lo que es más importante: no lograbas escucharte a ti mismo.
- Entonces…
- Entonces, lo que no podemos hacer solos, el silencio y la soledad suelen lograrlo. Si no somos capaces de escuchar, el silencio empieza a gritar. Pero es un sonido sordo, lejano, que viene desde profundidades muy lejanas. Por eso, necesitas de la quietud para oír. Y sin la soledad, nunca encontrarías quietud.
- Pensé que me habías abandonado…
- Tú te habías abandonado a ti mismo. Estabas desmembrado. El silencio y la soledad, te obligaron a volver a reunirte con tu propio ser, hablar y escucharte.
- Pero yo lo que vi…
- Lo que viste es muy normal. Viste tu cuerpo, desde arriba.
- Ah… ahora entiendo ¿todo?
- Lo que descubriste, es un excelente camino para contactar con la intuición. Para descubrir los portales… para viajar, para encontrarte a ti.
- Es como una encrucijada, que tiene varios caminos que puedo tomar.
- Algo así. Ahora, me retiro a seguir mis escritos.
Él volvió a sus cavilaciones, ahora sin dudas estaba en el camino adecuado.
Cerró los ojos y se dejó llevar. Lo que vio entonces lo dejó perplejo: Se vio a si mismo, acostado en aquella piedra del claro, como dormido. Y junto a su cuerpo, el hada que tanto lo había maravillado… casi podía sentir su aroma, su voz susurrándole al oído “ahora comprendes…”