DEDICO ESTE MENSAJE A MIS AMIGOS, LOS NUEVOS, LOS DE SIEMPRE, LOS QUE SE ATREVEN CADA DÍA Y LOS QUE LLEVAMOS MUCHAS VIDAS CAMINANDO JUNTOS, ENCONTRANDONOS A PESAR DE LAS APARENTES DISTANCIAS.
DEDICO ESTE MENSAJE A USTEDES, QUE AÚN A PESAR DE LAS DUDAS, EL TEMOR QUE A VECES APARECE Y LA INCERTIDUMBRE, SE ANIMAN Y SIGUEN ADELANTE, CAMBIANDO Y DANDO SALTOS AL VACÍO... VOLANDO MÁS Y MÁS LEJOS Y MÁS ALTO.
EN DEFINITIVA, DEDICO ESTE MENSAJE A QUIENES SE ANIMAN A DECIR: SOY FELIZ.
Parece que decir la palabra “crisis” o “cambio” es sinónimo de infortunio. Nos aferramos tanto a “lo que somos” (que en realidad es lo que creemos ser) que no podemos ver quienes queremos ser y, más que nada, lo que realmente somos.

Entonces nos pasamos diciendo de un lado para otro que “no cambiamos” y que “seguimos siendo los mismos”.
¿Cuál es el problema? Que nos definimos por nuestras emociones negativas o más densas.
Entonces decimos que somos tímidos, orgullosos, arrogantes, miedosos, complicados, aburridos, tristes, depresivos, estructurados, etc.
Y sufrimos por eso, en muchos casos nos enfermamos y claro, en los casos más extremos ese sufrimiento nos mata.
Lo cierto es que, físicamente no somos los mismos. Aproximadamente una vez al año cada parte de nuestro cuerpo es reemplazada por células nuevas y la única razón para que continuemos envejeciendo y cada día más enfermos es porque así lo creemos.
Somos conciencia pura, y esa conciencia moldea nuestro cuerpo y la realidad que se materializa a nuestro alrededor. En palabras de Chopra:
“Nuestro sistema actual de vida está regido por la gran ilusión de la materia: creemos que ésta, es lo único que existe y que la conciencia es un subproducto de ella. Pero esa concepción está basada en una interpretación sensorial, y está claro que nuestros sentidos físicos no nos permiten percibir la verdadera naturaleza de la realidad. Pensamos que es sólida y estática, cuando en verdad está en permanente cambio. Esto también es válido para el cuerpo humano, que experimenta un cambio permanente. En menos de un año, se reemplaza el 98% de los átomos del cuerpo, la piel se renueva cada cinco meses, el esqueleto cambia cada tres meses e incluso el ADN, que es donde se inserta nuestro código genético, se reemplaza cada seis semanas: “Uno parece ser el mismo por fuera; sin embargo, es como si se cambiaran continuamente los ladrillos del edificio”.
Entonces, ¿por qué pensamos que no cambiamos?
Lo cierto es que nos aferramos a lo que creemos ser con tanto ahínco, que ni siquiera nos detenemos a pensar si deseamos continuar de esa manera.
Cambiar es una decisión difícil. Significa abandonar aquello por lo que otros nos conocen y reconocen para ser, simplemente, de otra manera.
Lo más difícil de afrontar es la crisis previa. Por lo general antes de decidir el cambio, entramos en profundo conflicto con lo que éramos (ya sea en un aspecto o en la totalidad). Muchas veces queremos aferrarnos a lo que creemos ser cuando ya no podemos volver atrás, lo que empeora las cosas porque en general aferrarnos a algo que ya no tiene sentido para nosotros, nos hace mucho daño.
Pero es parte del aprendizaje.
La verdad es que, una vez que vivimos por primera vez una de esas crisis y nos aferramos con uñas y dientes a nuestro ser construido pero logramos soltarlo, y vemos como todo cambia, es mucho más fácil vivir las siguientes sabiendo que de nada nos sirve empeñarnos en algo que no queremos más.
Todo surge de lo costoso que es, desde niños, construir nuestro hermoso ser a imagen y semejanza de lo que la sociedad espera de nosotros. Ya sean nuestros padres, hermanos, maestros o amigos… siempre encontraremos alguien que ha generado expectativas a nuestro alrededor y no cumplir con ellas puede ser fatal. Fatal para lo que creemos que debemos ser. Fatal para la pena que suponemos, la sociedad nos hará pagar si no cumplimos con tales expectativas.
La mayoría de nosotros jamás se pregunta si aquello que es, o mejor dicho, cree ser, es lo que quiere ser. Más complejo aún es preguntarse si aquello que se cree ser es, en efecto, una elección propia.
Seguramente nuestra mente, que nos protege siempre del dolor, nos protege en este caso de ver la triste realidad de que, en verdad, nuestras elecciones no son realmente nuestras. Pero, aún tenemos la posibilidad de ver ese conjunto de creencias, hábitos, emociones y actitudes y decidir cuales nos sirven y cuales no.
Porque esta crisis, es simplemente abandonar la ilusión de creer que aquellos aspectos a los que nos aferramos, son reales.
El investigador Ken Wilber, que ha estudiado el tema de la conciencia, hace una significativa descripción de esta crisis: “Nos hemos identificado con nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra personalidad, en la convicción de que estos aspectos forman parte de nuestro verdadero yo, y nos pasamos la vida intentando defender, proteger y prolongar lo que es simplemente una ilusión”.
No se trata de abandonar todo como si nada sirviera y empezar de nuevo. Eso más que una crisis de cambio es una huída.
El verdadero desafío es analizarnos, mirarnos y mirar lo que creemos ser y, por traducirlo a un ejercicio práctico, hacer un cuadro comparativo con lo que en verdad, en ese rincón escondido de nuestro ser desearíamos.
Y realmente no interesa si pensamos que es imposible ser como desearíamos porque una vez que la crisis de cambio se presenta, no arriesgarnos a ver que pasa si hacemos lo que queremos, es prolongar la agonía.
Es seguir pensando que no creamos nuestra realidad y es, no animarse a tomar las riendas de la propia vida.
Así, terminaremos viejos, frustrados, amargados y enfermos.
“La realidad va en función de la percepción que se tenga de ella, y ésta forma parte de la Conciencia. Nuestra conciencia actual es un condicionamiento de nuestra visión del mundo actual y colectivo, es la que nos enseñaron nuestros padres, maestros, la sociedad, gobierno y religiones. Esta manera de ver y entender el mundo, pertenece el antiguo paradigma.”
Cambiar se ha convertido, para muchas personas, en un abandono de la identidad, en una traición al propio “ser” y más que nada a quienes rodearon a la persona durante tanto tiempo y ahora ya no pueden comprender o aceptar al nuevo ser. Tal vez porque siempre somos un reflejo de los demás y quienes nos rodean al cambiar, pueden ver su propia necesidad de cambio y asumir eso se convierte en una especie de efecto dominó.
Así, al realizar el cambio y trascender la crisis lo que hacemos es un cambio de conciencia que nos permite ver nuestra realidad y al mundo con otros ojos.
Muchos lo entienden, muchos no. Algunos simplemente desaparecen de la realidad naciente y otros aparecen en ella. Es lo que denominamos cambio de frecuencia vibratoria.
Es parte del proceso de aprendizaje que es la vida y ningún sentido tiene, cuando se presenta la crisis, aferrarnos a lo viejo.
Cuando la crisis aparece es porque hay un conflicto que apareció en nuestro interior entre lo viejo y lo nuevo. Aquello que nos enseñaron y aquello que elegimos o nos gustaría elegir creer, pensar, sentir o hacer.
A veces nos cuesta ver el conflicto, pero cuando lo vemos debemos decidir y actuar en consecuencia, de lo contrario seguiremos empantanados y poniendo en riesgo nuestra frágil integridad.
Es como ir a la escuela y meterse debajo de la mesa tapando los oídos con las manos para no escuchar lo que el/la maestro/a está explicando.
Otro ejemplo puede ser: Quedarse en el charco de barro, diciendo que no hay problema alguno a quien quiere rescatarnos, a pesar de notar que nos hundimos más y más.

Una vez más, a través de este razonamiento los invito a dar el Salto al Vacío… y descubrir que tenemos alas.
“Lo único permanente es el cambio”