Dentro de la exociencia existen varias ramificaciones realmente útiles a la hora de vertebrar la materia de la conciencia. Mencionaré tres que me parecen imprescindibles para la mejor comprensión del mapa que desde este equipo pretendemos trazar. El resto de disciplinas no mencionadas también son de peso, pero para el asunto que nos ocupa, las siguientes sirven perfectamente como material introductorio:
La exopsicología es una disciplina que se encarga del estudio de la preparación psicológica humana para la interacción extraterrestre. Y se pregunta: ¿Qué evolución debe experimentar nuestra mente y cultura, para lograr comprender la verdadera dimensión de todo lo que deriva de no ser la única inteligencia de la creación?
La exoconciencia se enfoca en el análisis del vínculo entre nuestra conciencia y la conciencia cósmica. Y, entre otras muchas cuestiones, se pregunta: ¿Está el ser humano experimentando la eclosión de su conciencia cósmica, en tanto que somos seres vinculados a otros entes?
Finalmente, la exopolítica, nos aporta el estudio de los aspectos políticos de la interacción entre la humanidad y las diversas inteligencias extraterrestres.
Estas tres ciencias y sus respectivas aspiraciones convergen –como nunca antes- en la actualidad. Lógicamente, el cimiento de todas ellas es la existencia de la inteligencia extraterrestre. Y, aunque esta premisa esté sostenida sobre sólidas pruebas, se entenderá que este trío de disciplinas tiene en el paradigma cultural imperante su más grande obstáculo. La mediocre y limitada cultura global acepta, a lo sumo, la existencia de una inteligencia sobrehumana, a la que ha llamado ‘Dios’. Esa es una creencia que, con múltiples peculiaridades, es compartida por el 80 % de la humanidad. De ese porcentaje, el 52 % agrupa a las tres grandes religiones monoteístas (Oxford University Press, 2001).
Se diría que el sacrosanto terreno de la religión, es el espacio acotado al que se ve relegado el espinoso asunto de la inteligencia extraterrestre. Pero no es así.
La realidad es que, aunque el hecho religioso es –en su esencia y génesis- una interpretación cultural del fenómeno extraterrestre (tanto en sus orígenes, casuística, e implicaciones socioculturales) , este último no goza del halo de respetabilidad del primero. El hecho extraterrestre, aunque sea de unas implicaciones tremendas en todos los aspectos que lo vinculan al ser humano, forma parte de la cultura pop.
La concepción que nuestras mentes tienen de la inteligencia extraterrestres es -más allá de toda otra consideración- dramática, si tenemos en cuenta que las claves para comprender el estancamiento evolutivo de la humanidad, probablemente residen en el tema en cuestión, y en la no reconocida vinculación del mismo con la cultura religiosa.
Por la vía de las exo-ciencias (las ciencias que estudian lo que hay ahí ‘fuera’), podemos exponer -sin complejos- varios temas relevantes, enlazados unos a otros de manera complicada y que, sin embargo, el lector profano podría considerar como inconexos.
Más aun, podría pensarse que la conciencia nada tiene que ver con esos temas o fenómenos que paso a enumerar:
La Historia. La construcción de todo lo que hemos venido en llamar historia humana, bien podría ser el diseño de ciertas inteligencias no humanas. Ese recorrido de miles de años nos habla de unas civilizaciones terrestres que, si bien alcanzan un alto nivel técnico, mantienen hasta el presente un patrón insuperado: no se desarrolla en ellas una conciencia madura que libere al ser humano del atavismo y el orden piramidal.
Entre las motivaciones que habrían llevado a esos ‘diseñadores’ a crear una estructura (sostenida en dos pilares: tendencia al materialismo, y sustitución de la espiritualidad por el mito religioso) claramente opresiva, tenemos una que, si bien podría resultar fantasiosa, es mencionada ya en textos antiguos: los seres humanos son esclavos de ciertas entidades a los que esa literatura denomina como diseñadores, genios, arcontes, dioses o ángeles…
La estructura sobre la que se levantan los cultos religiosos grupales podría explicar, en parte, las motivaciones de esos seres para con nosotros.
Consciencia de sí mismo. El ser humano carece de consciencia de sí mismo, como ente integrante de una creación cósmica. La información que maneja parte de relatos mitológicos en los que se explica que el estatus del hombre es producto de un determinado episodio de intervencionismo extraterrestre. Entre esos textos encontramos claves que indicarían que el camino de la reintegración en el cosmos evolutivo, está en adquirir conciencia sobre la verdadera naturaleza (espiritual) del ser humano, el capítulo del intervencionismo, y la estructura premeditadamente involucionista del sistema en el que vivimos.
En última instancia, todos los ámbitos de la vida humana, desde la familia, hasta el sistema educativo, pasando por la economía, la política, la ciencia, están encaminados a conservar una estructura básica de ignorancia y dependencia que, precisamente, originarían un determinado estado vibratorio, acorde a las necesidades de los diseñadores del sistema. Entre esas necesidades se encontrarían la alimenticia: esos entes se alimentarían de ciertas energías emanadas por el hombre, en estados emotivos muy concretos.
El sistema lo impregna todo. A medida que el individuo comienza a hurgar en los contenidos culturales del sistema, acaba llegando a la conclusión de que las raíces del programa operativo del sistema (en el inconsciente humano), llegan mucho más allá de lo que podría imaginarse; consecuentemente, adquirir conciencia sobre sí mismo, es una labor cuyos resultados sólo se obtienen mediante el cuestionamiento de todas las manifestaciones de ese programa operativo.
Huelga decir que el descondicionamiento al que aspira el individuo que pretende hallar esa conciencia, es un trabajo de introspección constante.
A menudo, el interesado confunde ‘información’ con ‘conciencia’. Si bien la información sobre las causas probables del condicionamiento, y el modo en que este actúa en la sociedad, es información útil, no debe confundirse con la ‘conciencia’, que es un proceso individual de digestión y maduración de todos esos datos (junto a nuestra propia labor introspectiva, encaminada a romper con las contradicciones) , que debe tomar forma en la cristalización progresiva de una visión más completa, objetiva y libre de la realidad.
En conclusión: Ante las numerosas canalizaciones, teorías antiguas y actuales y experiencias particulares, que nos cuentan –de forma abreviada e infantil- lo que podría ser el origen del ser humano, ¿sirve de algo todo ese material si no acaba demoliendo nuestra pasividad y generando el interés por desprogramar nuestra mente?
Si el ser humano es pensamiento (habitualmente insano, pero pensamiento) que toma forma en la materia-cuerpo, ¿entenderemos que nuestra incorporación al cosmos evolutivo debe partir por reconducir nuestra gravedad (individual) , llevándola desde la materia hasta lo impalpable, que es interior y conecta al hombre con el cosmos? ¿Comprenderemos que ello no se logra simplemente con estados emotivos alterados (estimulados exteriormente) , sino con un profundo cuestionamiento de los mismos, con una reestructuració n de prioridades, con la aceptación de nuestras responsabilidades?
Dicho en otros términos: No es más consciente de su realidad quien levita, rompe los límites del espacio-tiempo, visita lugares sagrados, se alimenta de vegetales, habla bonito y con elocuencia. Sí lo es quien se cuestiona a sí mismo, y siempre duda de los atajos y senderos sencillos. Sí logra acceder a esa conciencia quien se abstrae de los triviales y vanos escenarios físicos por los que se distrae al ser humano, y se neutraliza la opción evolutiva.
Una vez más, la consulta que nos hace la exo-psicología: ¿Qué evolución debe experimentar nuestra mente y cultura, para lograr comprender la verdadera dimensión de todo lo que deriva de no ser la única inteligencia de la creación?
Fuente: Starviewer