El otro día alguien me preguntaba sobre este tema. Me quedó resonando lo que recibí y sentí en aquel momento. Por eso ahora quiero compartirlo con ustedes.
Dar sin esperar nada a cambio no significa bajo ningún concepto dar con dolor, dar más de lo que podemos dar o dar aquello de lo que carecemos (o se nos ha agotado).
Dar sin esperar nada a cambio nos invita a confiar. A abrirnos a la vida, a su inmensdad… significa que doy lo mejor de mi, lo que tengo para dar… y no espero lo que vendrá de regreso (aunque sé que vendrá algo).
También significa que no exijo nada de la vida, primero doy y entonces la vida me devuelve… sin exigencias ni reclamos. Lo que recibo es porque primero lo entregué.

Esta premisa nos pide empezar a dar lo que tenemos, a compartir eso que somos, en servicio a la vida. E implica aceptar con alegría lo que viene de regreso. Eso que es inesperado, que no imaginamos. Y no juzgar como bueno o malo eso que retorna… pues lo que viene, es equivalente a lo que se entregó.
Si no es agradable, si duele o lastima, entonces ha de revisarse el Dar.
La energía creadora manifestada en la Vida nunca se equivoca. Nos da en exacta proporción a lo que entregamos.
Y sin embargo, nos lanzamos a dar aquello de lo que carecemos… y vuelve más carencia. Pues el requisito para que el Dar sea pleno, en confianza y alegría, en total servicio de esa fuerza creadora de la que somos parte… es llenarse de aquello que queremos Dar.
Y solo así, podemos dar sin esperar nada a cambio. No sólo por la mencionada confianza… sino porque además, nada nos falta. ¿Qué puede esperar aquel que está repleto de bendiciones?
Y en cambio, ¿qué puede esperar aquel vacío de sí mismo?
Piénsalo. Siéntelo. Y luego me cuentas…