Abriendo Puertas

Repitió en su mente aquellas palabras. Entonces el hada se elevó, revoloteó a su alrededor y desapareció volando entre los árboles. Sólo le quedaba pensar en el mensaje y tratar de entenderlo.

Sindamel surgió de entre los árboles, no llevaba su capa por lo que pudo ver su vestido azul que llegaba hasta el suelo y que tenía bellos bordados en hilos de plata. Pudo también notar sus formas que se dibujaban bajo las vestiduras y sintió una exaltación que nunca antes había sentido. Ella caminó hacia él como si no hubiera notado su presencia y se sentó a su lado.

- Hubo una mujer alada. Un hada me dijo que era.

- ¿Un hada? Vaya, que extraño – respondió con total sorpresa

- Si eso pensé yo. Creo que me estaba jugando una broma. O tal vez estaba soñando. Esos seres no pueden existir.

- ¿Cómo que no? Claro que existe, la viste. Lo que me resulta extraño es que se te presente. ¿Te dijo algo?

- Si me dijo. Pero entonces existen… ¿Cómo es posible?

- ¿Has pensado que tal vez ella pensó lo mismo de ti? Eres demasiado arrogante. ¿Qué te dijo?

- Que primero debo hallar las preguntas, antes de encontrar respuestas.

- ¿Y que opinas?

- Es evidente.

- ¿Y que preguntas has encontrado?

Angarion se quedó en silencio y empalideció. Una vez más la maga le mostraba que se estaba concentrando en lo que no era importante.

- Bu—bue---bueno, en realidad no me he hecho muchas. Me pregunté qué hacía aquí, hacia dónde voy a ir cuando salga y, creo que encontré una interesante… ¿Qué es este lugar?

Sindamel sonrió con mucha dulzura y con su mano acarició el rostro del joven.

- Esa, definitivamente es una buena pregunta. ¿Y que crees que es?

- No sé que es, pero se que no es un simple paraje en medio del camino. Se que es un lugar mágico donde los árboles y las rocas hablan y aparecen criaturas cuya existencia desconocía. Tengo otra pregunta: ¿Acaso existen muchos seres cuya existencia desconozco? ¿Acaso hay seres que no saben que existimos?

- Me encanta!!!!!! – la maga dio un salto y comenzó a bailar al ritmo de una música inaudible para Angarion. -  Estas comprendiendo. Así es. Hay tantos seres como mundos.

- ¿Y hay muchos mundos. Supongo que no se pueden contar… ¿Esos mundos pueden cruzarse?

- Hay infinitos mundos… y se cruzan todo el tiempo. Tú has sido testigo de eso aquí.

- Es verdad. ¿Entonces estos mundos conviven sin saberlo?

Por fin estaba comprendiendo. Asintió con la cabeza y continuó escuchando las deducciones del joven.

Angarion entendió que esos mundos convivían: algunos lo sabían y otros no, algunos seres de esos mundos cruzaban los portales y se comunicaban con los que habitaban en otro. Sindamel le explicó entonces, porque creyó que podía entenderlo, que muchos seres estaban en contacto permanente entre diferentes mundos y eran conocidos en muchos de ellos.

- ¿Tú eres uno de esos seres? – preguntó Angarion cuya perspicacia había despertado de repente.  Ella dudó un instante, pero finalmente asintió. – Hmmm… se me ocurre otra pregunta, aunque creo que ya sé la respuesta.

- Hazla.

- ¿Cómo hacen para pasar de un mundo a otro?

- Y la respuesta es…

- Por sitios como este. Incluso es posible que no sean todos iguales y que, cada ser de un mundo diferente vea otras cosas que le resulten familiares.

- Me sorprendes.

- Y entonces esta es una puerta, solo que es una puerta para ingresar a otros mundos. Por eso el niño me habló de que era un lugar frecuentado por hechiceros.

- Acabas de responder tu pregunta más importante. ¿Tienes más?

- No más preguntas. Pero si una respuesta.

Sindamel tomó su capa y su vara, que estaban tiradas a un costado del camino, se acomodó debajo de ella y esperó la respuesta del joven.

- Por eso estoy aquí. Debía entender que hay otros mundos, ahora debo encontrar la manera de atravesar la puerta… y decidir qué mundo quiero conocer.

- Excelente. Entonces, espero a que la encuentres y elijas hacia donde ir.

Se sentó al tiempo que Angarion comenzaba a caminar acercándose a un árbol. Aquel que horas antes había sentido que lo observaba. Le susurró algo, tal vez una pregunta. Pero el árbol no respondió. Continúo haciendo lo mismo con cada árbol, pero ninguno parecía tener conciencia.

Cada tanto miraba a la dama, pero no había expresión en su rostro que pudiera darle una guía. Pensó que tal vez estaba equivocando la pregunta, y observó la roca.

- Hola, mi nombre es Angarion. ¿Cuál es el tuyo?

- Hmm… - la roca lo miró con sus fríos ojos de piedra, lo estudió por un momento antes de contestar. – Mi nombre es impronunciable para ti. Dime que deseas.

- Saber cómo traspasar las puertas.

- Hmm… ¿y por que crees que yo se eso? Estoy aquí, soy una roca.

- Justamente por eso. Estas aquí y has visto por siglos pasar a los transeúntes de un mundo a otro. – la roca se quedó pensativa.

- Esta bien, pero debes elegir muy bien el mundo al que irás.

- ¿Y como he de hacerlo? No se cuáles son las opciones.

- Deberás seguir lo que tu corazón te diga. No irás más allá de lo que puedas comprender por ahora.

- Bueno, ¿pero cómo lo haré? – preguntó ansioso, eso molestó a la roca que se quedó en silencio un buen rato.

- El camino se abrirá si confías en que así lo hará. Pide permiso, se respetuoso de toda la vida y podrás pasar. Pero debes confiar y abandonar el temor.

Sindamel entonces se puso de pie, dispuesta a seguir al joven. Él respiró profundamente varias veces, como alejando las tensiones y fortaleciendo la confianza en sí mismo. Extendió su mano para mostrar el camino a la dama, y caminó hacia los árboles. Se le ocurrió entonces que podría cerrar los ojos y dejarse llevar.

Así lo hizo, y comenzó a avanzar internándose en uno de esos mundos desconocidos, seguido de Sindamel.

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